“Dios se fue de la Escuela”. Con esta sensacionalista y sensiblera declaración el cardenal Jorge Urosa Sabino, presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, reaccionó ante la aparición de la nueva Ley Orgánica de Educación surgida en Venezuela el pasado 15 de agosto, marcando así la matriz con la que toda la derecha del país valoró la nueva norma jurídica.
Se contribuye así a dividir, una vez más, toda la sociedad entre “chavistas” y “antichavistas”, reafirmando que las luchas de clases (que siguen al rojo vivo) se expresan en todos los campos, también el educativo. Reacción, por cierto, enteramente visceral, absolutamente cargada de tirria ideológica, que indica que: o ni siquiera se ha leído a profundidad el texto de la nueva normativa jurídica (dudoso), o que el odio de clase en juego no permite ser objetivo (nos inclinamos por esto). Reacción, por otro lado, que además de movilizar en bloque a la más conservadora y retrógrada derecha local, hizo reaccionar a lo más conservador y retrógrado de la derecha del mundo. Para muestra, la nota publicada en el católico reino hereditario de la real casa de los Borbones –más conocido como España– por el diario El País, titulado “Las trampas de Chávez”, apenas unos días después de conocida la nueva ley, y que marca el talante en juego: “El presidente Hugo Chávez sigue adelante con la progresiva demolición del Estado de derecho en Venezuela en nombre del socialismo del siglo XXI. (…) El texto no sólo se dirige a regular los programas educativos y los centros de enseñanza, sino también a formar a los ciudadanos de la sociedad que se propone construir la revolución bolivariana”.
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