Es llamativo, analiza Ballardini, que aunque la Iglesia rechaza la interpretación literal de las Escrituras “ha logrado instalar definitivamente en el público una modalidad de lectura textual del mundo. El problema es que esa modalidad se extendió a todo nuestro modo de vivir.” (págs.39-40). Otorgándole el sello de lo divino, certificado por la continúa aceptación a lo largo de la historia, los textos se convierten en verdaderos y exentos de toda discusión.
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