Pepcastelló
Perdí al Dios de mi infancia, mi Dios materno, de un modo parecido a como perdí Los Reyes Magos: atando cabos, viendo que algo no cuadra, abriendo los ojos, despertando... Más o menos como cualquier hijo de madre cristiana que al crecer abandonó una idea de Dios tan contraria a la evidencia y a la conducta de quienes la predicaban. Y del mismo modo que tras quedarme sin los míticos magos me quedé sin el gozo que esa ilusión me daba, con la pérdida de Dios perdí también el consuelo de orar y a la vez el de sentirme parte de ese pueblo que se llama a sí mismo escogido y cristiano.
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