Sin ser creyente, siempre he sentido una admiración y respeto muy profundos por esos religiosos que interpretan que estar “al servicio de Dios” es un compromiso real con lo humano y no con lo divino, ejerciendo su labor con los más desamparados y necesitados, actuando en barrios marginales, acogiendo a aquellos a los que la Sociedad rechaza, viviendo envueltos la miseria en un intento de acabar con ella o dejándose la salud y la vida muchas veces en alguna misión, no evangelizadora sino educativa, sanitaria o de defensa de cualquier colectivo deprimido en alguna zona conflictiva y olvidada del Planeta.
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