Quiero empezar esta misiva recordando el mensaje final de las conclusiones del Concilio Vaticano II, que vuelve a reconstruir una Iglesia Liberadora que retoma el camino de Cristo en su opción por los pobres.
Mensaje a la humanidad en la fe y en la palabra de Cristo que fue tomado como bandera por muchos de mi generación y que nos llevaron a despojarnos de todo egoísmo, hacer de la solidaridad y el mirar al que esta al lado, una forma obstinada de creer y consecuentemente de vivir. Aún cuando muchos jóvenes compañeros, amigos, padres, hijos, fueron torturados, asesinados y desaparecidos en todas las comarcas de América Latina.
En estos momentos difíciles que padece la humanidad violentada por un sistema tan injusto y desigual recuerdo el mensaje a los jóvenes 7.A, del Concilio Vaticano II. “…Finalmente, es a vosotros, jóvenes del mundo entero, a quienes el Concilio va a dirigir su último mensaje. Porque sois vosotros los que tenéis que recibir la antorcha de las manos de vuestros mayores y viviréis en el mundo en el momento de las mayores transformaciones de su historia. Sois vosotros los que, recogiendo lo mejor del ejemplo y de las enseñanzas de vuestros padres y maestros, vais a formar la sociedad de mañana; os salvaréis o pereceréis con ella.
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