Pepcastelló
No es cierto que los pueblos tengan los gobiernos que merecen. Los pueblos los hacen quienes los rigen, al igual que las familias. No son los hijos quienes dan el nivel humano de una familia sino la calidad humana del padre y de la madre y de los demás miembros adultos cuando los hay. Son los de arriba quienes orientan y crean el ambiente adecuado para que los hijos crezcan con la mente bien configurada, con capacidad para pensar y discernir, con valores humanos en el corazón. No podemos esperar que de unos padres irresponsables y egoístas que tratan a sus hijos con desamor salga una prole ejemplar por sus virtudes, su empatía, su solidaridad, su capacidad de comprender a los demás, su disposición y buen ánimo para echar una mano cuando haga falta... No, no es posible esto, porque sin duda alguna el amor se engendra con amor, la honestidad con honestidad, el espíritu de trabajo y sacrificio con el ejemplo constante de los mayores, y la capacidad de pensar y de reflexionar con la forma de abordar los conflictos que se ha mamado en el hogar. Y es bien sabido que de padres maltratadores y represores salen hijos de idéntico talante. Salvo contadas excepciones, la chusma engendra chusma. Hasta el refrán lo dice: «de tal palo, tal astilla».
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