Rafael Fernando Navarro
Llevaba el alma de la mano por las aceras del viento. Esquina con el viento, el mar. Y dentro del mar, la quilla. La quilla negra del hambre. El hambre negra africana. Mujeres como palmeras. Hombres cedros. Niños aprendiendo adolescencia de ébano. Vienen cayucos oscuros. Vientres preñados. Ojos llenos de horizontes. Manos fraguando trabajos. Vientres hinchados de sal. Se acercan así a Canarias. Por cercanía. Porque no llegan más allá los temblores de la fiebre que produce la espuma verde de olas. Vienen cayucos oscuros añorando mundos de pan sobrante.
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