La felicidad es uno de los bienes más ansiados por el ser humano, pero no puede ser comprada ni en el mercado, ni en la bolsa, ni en los bancos. A pesar de eso, alrededor de ella se ha creado toda una industria que viene bajo el nombre de auto-ayuda. Con pedazos de ciencia y de psicología se procura ofrecer una fórmula infalible para alcanzar «la vida que usted siempre soñó». Confrontada, sin embargo, con el curso inalterable de las cosas, se muestra insostenible y falaz. Curiosamente, la mayoría de los que buscan la felicidad intuyen que no puede encontrarla en la ciencia pura o en algún centro tecnológico. En Brasil van a un pai o una mãe de santo, o a un centro espírita, o frecuentan un grupo carismático, consultan a un gurú, leen el horóscopo o estudian el I-Ching de la felicidad. Tienen conciencia de que la consecución de la felicidad no está en la razón analítica o calculatoria sino en la razón sensible y en la inteligencia emocional y cordial. Esto porque la felicidad debe venir de dentro, del corazón y de la sensibilidad.
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