Raúl Benoit
La carita sucia de Maricarmen me sorprendió sonriente y feliz, extendiendo su brazo para ofrecerme un grillo fabricado por ella misma con hojas de palma. Yo me negué a comprárselo, no por tacaño, sino porque en mi mente de periodista desconfiado pensé que aquella adolescente quería dinero para drogarse.
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