En nuestra cultura cristiana subdesarrollada no se asocia espontáneamente la figura histórica de Jesús con los grandes combates por la libertad y la justicia, por la democracia real y los derechos de la persona, por la emancipación de la mujer y la de los pueblos, por la liberación de los oprimidos y, menos aún, por la misma laicidad. No obstante, y a pesar de la feroz oposición de un clericalismo en simbiosis con el orden antiguo, no es una casualidad el que esos valores reivindicados como las conquistas más preciadas del mundo moderno, hayan fructificado precisa y principalmente en tierras de tradición cristiana. Porque al origen del mundo cristiano, y más allá de sus muchas representaciones que, a menudo, lo han ocultado o desfigurado, siempre está Jesús de Nazareth quien revoluciona literalmente la visión del hombre antiguo sobre sí mismo, sobre Dios, sobre la naturaleza y sobre la relación de los hombres entre sí.
Esa revolución de Jesús no se inició, por cierto, con bombas y cabezas cortadas, ni con libros faros de sabiduría, sino con gestos simples y llenos de audacia, los que, en la época, desestabilizaron milenios de “rectitud” política, social y religiosa e impactaron finalmente el imaginario de un sinnúmero de pueblos y también, quizás, el inconsciente de la humanidad entera.
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Bien Eloy, coincido 100% con tu artículo. Que lejos esta Jesús de esa imágen que la iglesia impuso en la gente. Lo más grave de todo es que esta iglesia se viene autoproclamando depositaria de 'la verdad' y violando de todas formas las conciencias de la gente, manipula a más no poder.
ResponderEliminarPero todo cae por su propio peso, las personas cada vez creen menos en esta institución y se alejan, de pronto buscaran saber cual es el mensaje de Jesús y descubriran que no necesitan a una institución que medie para comprender este mensaje. Mis saludos.
Diana