Pasaron ya las fiestas navideñas, esa constelación de símbolos espirituales preñada de rituales y nostalgias y de buenos deseos que se desdibuja con el paso del tiempo en nuestra civilización occidental cristiana, cada día más carente de sentido. Hace ya años que los tradicionales villancicos suenan más en los centros comerciales que en los templos y en las celebraciones familiares. Los mensajes navideños de paz y amor se han convertido en meros tópicos, la codicia humana no respeta tregua alguna y el individualismo más acerbo impregna por completo la vida de la mayor parte de la población.
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