Veraneábamos en Sierra Nevada. Cerca del Hotel del Duque. Güéjar Sierra arriba. Veredas estrechas escoltadas de zarza moras. La casona blanca, por fin. Puertas grandes que nunca se cerraban. Y nogales madurando. Nogales grandes, de sombra planetaria. Se hacían los caminos al andar. Por órdenes de Machado. Y hacia donde fueras, siempre te encontrabas con Santos.
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