Si perdonar es divino, dejemos que Dios perdone. Si perdonar también es una virtud humana, perdonemos a quienes se han arrepentido y han colaborado con la justicia. No es posible perdonar a quien nunca ha sido juzgado ni condenado y a quienes hay que rogar infructuosamente que digan dónde están los huesitos de la hija o de la madre de algún desaparecido. Cuando ni siquiera se ha juzgado a los violadores, perdonar es solo el premio que una victima masoquista entrega al sadismo y a la impunidad y un crédito a largo plazo para nuevos abusos y nuevas humillaciones.
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