Comer y aparearse en esencia igualan al hombre con las demás especies, y la palabra, el ordenamiento de su propia historia y los atributos del trabajo, el arte y las místicas son recursos para convivir mejor con la naturaleza. Igualmente, su vocación de vivir en grupo hace que el pasado de la humanidad bien podría explicarse observando las migraciones por hambre, esa constante todavía en el siglo veintiuno no solamente entre las poblaciones más desamparadas. Ese asunto que por propias a nuestro estilo de vida ni piensa cada empleado común de un medio de comunicación que pone su rostro en cámara, ni el ejecutivo más jerárquico. Ellos, los mismos que publicitan asuntos menores hasta hacerlos gravitantes por insistencia, jamás sugieren que sin eliminar el hambre del mundo como principal causa de la infelicidad de la especie, todas las palabras carecen de sentido.
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