Arde París, Bruselas, Atenas, Londres, Roma, Madrid, Berlín. Ciudades hogueras. Se queman vehículos, se destruyen monumentos, se destrozan comercios, coches, cajeros automáticos, bancos. Policías heridos. Manifestantes hospitalizados. Europa es una tea ardiente frente a las estrellas.
Mientras, los sumos pontífices de la economía despliegan su liturgia frente al becerro de oro. Ajenos al grito de la calle, permanecen arrodillados ante los mercados, los nuevos dioses capaces, como todos los dioses, de matar a víctimas inocentes, de lamer su sangre para sentirse satisfechos consigo mismos.
Se quema Europa y el mundo. Y los santones del dinero llaman antisistemas a todos los que gritan su hambre por las calles ahumadas de rabia.
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