Un mèdico hondureño de familia aborigen contaba en un relato reciente que su abuela solía decìr que el hombre es del lugar adonde entierran su cordòn umbilical y que el suyo habìa sido enterrado junto a un arbol tipico de la regiòn, lo que de alguna manera claramente significa el arraigo del ser humano a su lugar de origen.
La mayor parte de las migraciones son desde siempre producto de la miseria, agravada en nuestros días por el acoso del hambre, de la falta de fuentes de trabajo y de mínimas perspectivas de supervivencia que impulsan a individuos, familias y hasta comunidades enteras a buscar la subsistencia lejos de la propia tierra. Pero nadie se esfuerza por encontrar respuestas humanamente aceptables a una situación cuyas causas de ser coherente con sus principios nuestra civilización judeo-cristiana debería condenar severamente y tratar de revertir.
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