Un educador de nombre Connell escribió un muy valioso libro que se llama “Escuelas y justicia social”, en el que sostiene que “la educación es un proceso social en el que el “cuanto” no se puede separar del “qué”. Existe un nexo ineludible entre distribución y contenido”.[1]
Frente a tantas desigualdades, me interesa pensar el asunto en términos de justicia social, que en clave educativa diremos justicia curricular y tomaremos prestado de Connell uno de los principios básicos que la definen: enseñar ciertos temas o contenidos desde la perspectiva de los más desfavorecidos. Será cuestión entonces que las políticas educativas, las escuelas, las y los docentes enseñen privilegiando este principio. Enseñar la economía desde la perspectiva de los más pobres, no de los ricos, partir de la experiencia de las empresas recuperadas por sus trabajadores, todo un símbolo de la Argentina devastada por la oleada neoliberal. Podremos enseñar cuestiones de género priorizando la posición de las mujeres, o abordar temas de sexualidad partiendo de la situación de los homosexuales, o quizás poner a debatir cuestiones raciales o territoriales desde el lugar de los indígenas.
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