Se nos cae a pedazos la humanidad, como lepra del alma. Nos corroe la codicia, el afán de riquezas, de confort en desmesura. Nos invade el egoísmo; vivimos sin solidaridad, sin principios, sin ética...
Ya no somos pueblo ni apenas familia; solo individuos ansiosos de bienestar y de éxito. Nos mueve la vanidad. Adoramos el lujo y el dinero. Apostamos por la competencia y hasta por la violencia si ésta nos lleva al triunfo. Hemos retrocedido a los tiempos más oscuros.
Vivimos en un mundo tecnificado. Estamos orgullosos de nuestro saber, de nuestro desarrollo técnico. Pero seguimos adorando al ancestral dios de los ejércitos que nos da la fuerza necesaria para derramar sangre ajena... Solo que ahora no exige nuestros prepucios como ofrenda sino nuestra alma entera.
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