La religiosidad popular está hoy en alza pues ha sido uno de los ejes fundamentales de la campaña electoral, especialmente en su vertiente fundamentalista. Fue inducida por la oposición y por un ala conservadora de obispos de São Paulo, sin apoyo de la CNBB, acolitada después por pastores evangélicos. Sin proyecto político alternativo, Serra descubrió que podía llegar al pueblo apelando a temas emocionales que afectan a la sensible alma popular, como el aborto y el matrimonio de homosexuales, temas que exigen amplia discusión en la sociedad, fuera de la campaña electoral. La política hecha sobre esta base es siempre una mala política porque olvida lo principal: Brasil y su pueblo, además de suscitar odios y difamaciones que van contra la naturaleza de la propia religión y que no pertenecen a la tradición brasilera.
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