Hace algunos días me refería a la agudización de la violencia estableciendo una clara diferenciación entre la violencia “violenta” rápida, contundente y la violencia silenciosa, solapada, casi oculta que no se manifiesta de golpe ni cobra a sus víctimas ipso facto sino que las somete a un largo, a veces doloroso proceso que incluye siempre el mismo predecible final.
La primera suele ser ampliamente difundida y aunque sus causas sean analíticamente controvertidas y de corolario incierto, son sin embargo tema reconocidamente justiciable. La segunda pasa siempre más desapercibida y aunque genera más víctimas, es menos visible y salvo en muy contados casos no alcanza a golpear con tanta fuerza a la opinión pública ni a llegar a los estrados judiciales. Son desde luego los medios, la prensa, la televisión, la radio los que destacan en algún caso e ignoran en otros las razones y las causas que desencadenan unas u otras muertes. Todo depende de la espectacularidad del suceso o de quién o quienes estén involucrados como actores, claramente responsables en algunas ocasiones y aparentemente pasivos, casi distraídos en las otras.
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