Rafael Fernando Navarro
A Sevilla le llega el dolor de madrugá. Varales altos de luna. Nardos de túnicas blancas. Azucenas con mantilla. No es el dolor del hambre, de la pobreza, de las guerras. No es el dolor del dolor. Es un dolor señorito, con sombrero de ala ancha. Salcillos de vino fino. Berruguetes de tabernas. Y el dolor por las esquinas de vírgenes rayos uva. Pero los Cristos son cristos, estrechos por Placentines, dolorosas de Triana y Macarenas de barrio. Con las estrellas bordadas, prendidas en la pechera. Dioses austeros con ojos en busca de barandales para apoyar la amargura.
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