Una historia real para pesimistas al borde de la derrota.
Conocí hace algún tiempo una pareja con tres chiquillos de siete, cinco y tres años, maestra ella y psicólogo él, que se marcharon al Perú, a Ciudad Trujillo, a colaborar en un centro para niños de la calle. Para afrontar los gastos del viaje y de la asistencia de sus hijos a una escuela privada próxima al centro donde ellos colaboraban y vivían contaron con la ayuda de diversos amigos y de alguna organización. Coraje no les faltaba.
Al año, se tomaron unas vacaciones y vinieron a ver a los abuelos, a visitar a los amigos y agradecer de forma presencial su colaboración a quienes les habían ayudado, y dieron una charla a la cual yo asistí. Después de exponer sucintamente el panorama político social y económico que encontraron en aquellos pagos, y cuando ya todo el auditorio estaba con el corazón en un puño y pensando que tal vez no valía la pena tanto esfuerzo para el futuro que se vislumbraba, nos contaron un cuento infantil que quienes allí les acogieron les habían contado.
«Había una vez un sabio que solía pasear por una larga playa a la caída de la tarde. Un día divisó allá a lo lejos un niño que se agachaba repetidamente, cogía algo de la arena y lo lanzaba al mar. Fue el sabio hacia donde se hallaba el niño para ver qué era aquello que con tanto afán lanzaba al agua y, al acercarse, vio que eran estrellas de mar que las olas habían arrojado fuera del agua.
—Qué haces —preguntó el sabio.
Perú está hoy relativamente lejos, y de momento aquí no nos debatimos entre el hambre, la enfermedad y la miseria. La pobreza material, con ser muy grave no es irreversible. La pobreza de espíritu lo es mucho más, y a nuestro alrededor, abunda. Para afrontarla hace falta entereza, voluntad y humanidad, es decir, verdadera riqueza, que aquí escasea. Pero para quienes piensen que nada se puede hacer, ahí queda esa pequeña historia.
Un abrazo.
Pepcastelló
Publicado en:
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Éste es un lugar para compartir. Anímate y escribenos algo que te mueva el alma.