El gran reto del siglo XXI es aprender a amar la pobreza. Tenemos información más que suficiente para saber que los peores males le vienen a la humanidad por causa de la riqueza. O mejor dicho, del amor a la riqueza. Y no obstante la seguimos amando con toda nuestra alma. Adoramos al dios dinero. Admiramos a quienes lo poseen. Los envidiamos y vivimos alentando en nuestro fuero interno la codicia. Y poseída nuestra civilización por esa maldita fiebre del oro, arrasamos bosques, envenenamos aguas, contaminamos la atmósfera y destruimos todo cuanto es principio de vida en este planeta Tierra que es la gran casa común de todos los seres humanos.
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