La noble palabra de los hombres que viven noblemente como hombres sigue siendo infatigable. Es palabra que sirve a la superación tanto individual como colectiva y comporta la más férrea lucha entre múltiples y antagónicas formas de entender el bien y el mal. Nunca es arma, ofrenda o bandera obsoleta. Siempre es campana biensonante, alta, que advierte los peligros o comunica las alegrías.
Código compartido cuando se esmera en “la claridad que es caridad” al decir de Pedro Salinas. Claridad que no es liviandad ni falta de confianza en el lector sino respeto puro, deliberada voluntad de iluminar las realidades más dolorosas de este paisaje humano que compartimos, laico propósito de construir la conciencia de ser hombres y mujeres que se niegan a la astenia de que les digan qué, cuándo, cómo, dónde y para qué pensar, sentir, denunciar, renunciar, hablar, callar…
LHDG celebra en este boletín la palabra liberadora que es capaz del extremo gozo de hacernos más coherentes y más reflexivos al leer y al escribir.
Y a la luz de la palabra amanece ¡siempre amanece! Y sólo la bondad convierte el maíz en un dios de pan.
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