Aunque bien enterado de los pecados gordos de Mao Zedong, el buen pueblo chino le conserva hasta hoy un sincero cariño. En el corazón de la capital, desde la puerta monumental de la antigua ciudad imperial, un cuadro gigante con el retrato de ese hombre responsable de la tortura y muerte de millones de personas, sigue presidiendo la vida de la China. No hay ciudad importante en el país que no lo tenga presente por medio de una enorme estatua blanca que parece de mármol o algo por el estilo. Su efigie se encuentra en todas las casas que se respetan. Y si, en ciertas partes del mundo, los autos usan estampitas plastificadas del Sagrado Corazón o de San Cristóbal para inmunizarse contra los accidentes, en la China son los medallones con la cara de Mao los que desempeñan esa importante función. A Mao, mucho se le ha perdonado, ¿por qué?
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