Jesús Lezaun ha muerto, en un santiamén. Dicen que unas horas antes vaticinó su muerte y pasó de vida, como él diría, tal y como había vivido: de pie, tranquilo, sonriente y peleón. Los cristianos, los ateos y los tibios nos hemos quedado sin nuestro profeta Ezequiel, el amigo del pueblo, el crítico mordaz frente a la decadencia moral y la arrogancia del poder.
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