Hace miles de años, en un lugar de la antigua Roma, y a solicitud de unos clientes jóvenes ávidos de un espectáculo sangriento, dos esclavos fueron conminados a destazarse en la arena de una escuela de gladiadores. Uno de ellos era el célebre Espartaco y el otro era Draba, a quien las crónicas identifican también como El Africano.
Cuando dieron la orden de iniciar el combate, El Africano corrió desde el centro de la arena hacia el palco y no hacia su contrincante. Empuñó con fuerza un tridente y en el camino derribó a cuanto soldado le salió al paso. Una multitud de guardias armados finalmente lo detuvo antes de que llegara adonde estaban los jóvenes clientes y el obeso negrero esclavista llamado Léntulo Baciato, el amo. Allí mismo lo lancearon y murió con sus ojos negros mirando el cielo azul de una hermosa mañana.
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