Eduardo Pérsico *
Cuando se nos viene sigiloso y casi nos sugiere un silbido, el tango huye de cantoras y recitadores clamorosos para hablarnos palabras que sólo uno sabe. Así que a contraluz de cualquier pensamiento se adueña de nosotros y de cuánto no pudimos ser; esas cuestiones.
Siempre el tango retorna por esos recovecos del frío fabriquero y ojos de alguna piba que nunca lo supiera; más el amigo fusilado en agosto como una lluvia sobre mi traje nuevo.
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