Desde sus inicios a fines de los años 60, la Teología de la Liberación adoptó una perspectiva global, enfocada en la condición de los pobres y oprimidos en el mundo entero, víctimas de un sistema que vive de la explotación del trabajo y de la depredación de la naturaleza.
Este sistema explota a las clases trabajadoras y a las naciones más débiles. Y además reprime a los que oprimen y por lo tanto contrarían sus propios sentimientos humanitarios. En una palabra, todos deben ser liberados de un sistema que perdura desde al menos tres siglos y ha sido impuesto en todo el planeta.
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