A la memoria de Monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, asesinado el 24 de marzo de 1980 en El Salvador.
No responder al odio que nos muestran denota sabiduría, pero ignorarlo puede ser signo de soberbia. La aversión que despertamos no debe amilanarnos ni desviarnos de nuestro recto proceder, pero sí hacernos reflexionar, porque tan digno de atención es el odio que sentimos como el que provocamos.
Pensar que los buenos somos nosotros y los malos son los otros es propio de quienes se creen en posesión de la verdad y por ese motivo no se cuestionan nada de cuanto hacen. Ignorar el parecer contrario es negar el diálogo. Éste comienza cuando quien se siente objeto de odio se pregunta honestamente: ¿qué hago yo para que me odien tanto? Pero esta pregunta cuando no es retórica no está al alcance de ningún espíritu soberbio.
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