Pienso en las que sienten la indiferencia de muchas y muchos (incluso la mía), y la humillación diaria.
En las que están enfermas en su cuerpo y en las que no se sienten bien en su alma.
También en las que trabajan (más que yo) y nadie les otorga ni permite el descanso.
Pienso en las mujeres marginadas y pisoteadas, que agachan la cabeza y obedecen.
En tantas mujeres usadas y olvidadas.
Pienso en cada mujer que padece la vida, más que disfrutarla.
Y creo que cada una de ellas (quién más que ellas!?) merece la rosa que hoy reciben las triunfadoras, las destacadas y felices.
Pero aún más merece que la humanidad la vea como criatura de Dios, como parte de su plan de vida.
Y trabaje seriamente en favor de su dignidad.
Febe Barolin
Iglesia Evangélica Valdense
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