Los valores permanentes de una democracia son la libertad y la equidad. Cuando un Gobierno no se pregunta por lo humanamente necesario y genera una distribución asimétrica de la riqueza el modelo político se encuentra en decadencia y disolución. El parlamento es el corazón de la democracia. Cuando abandona sus fines y pierde su autoridad "la democracia se muere de mal cardíaco" escribía Mariátegui en 1925.
Los habitantes de las periferias resignan su rebelión en la tierra por un puntero de lentejas y su destino en el paraíso por una nube de leche en polvo. En esas cartografías comenzaron nuestros pibes a madurar su edad, donde sólo tuvieron el espacio indispensable para una mesa vacía. Esa precaria y desventurada mesa sin manteles donde la muerte va dejando, hora tras hora, sus migajas de mala levadura. Donde se vive a puro desperdicio, a puro dengue, a pura cloaca.
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