En la historia reciente de España, la Iglesia no puede presentarse como modelo y guía, como empeño creador de futuro. No ha sido precisamente una fuerza dinamizadora, sino más bien una rémora. La llevamos pegada a la piel los que tenemos por dentro caminos de vinilo, hundida en la memoria de la España oscurantista, de libertad secuestra, de expansión intelectual prohibida, de cuajarón repugnante, de bota militar, de silencio estrangulador del pensamiento, de muros fusilados al amanecer. Bajo esta sombra de piedra hemos vivido la mitad de nuestras vidas muchos de los que hoy hemos conseguido construir un país alargado hacia el futuro. Necesitamos un mañana para los que nunca tuvimos un ayer. Una palabra de libertad para los que nunca tuvimos la libertad de la palabra.
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