Si los Obispos españoles estuvieran volcados en la defensa de los marginados, luchando contra la miseria, contra las guerras, contra el abandono de tantos y tantos seres humanos, no caerían en imposiciones. Se sentarían a la mesa del mundo a buscar la verdad, sin orgullo ni complejos de superioridad. Helder Cámara, Romero, Casaldáliga, los jesuitas de la UCA, los teólogos de la liberación apuestan por la anchura de la vida. Qué contraste. Algunos Obispos por estos pagos elucubran cárceles, calles despejadas de pecados malolientes que manchan esclavinas de armiño y muaré.
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