Pertenezco a la generación que vivió intensamente el 60, el 70 y que cortó clavos durante todo marzo del 76 sospechando acontecimientos trágicos.
Nunca escondí que fui de los pocos que abogamos por algún movimiento que impidiera la caída de la presidenta Isabel de Perón. No era una adhesión a su gestión. Ese año habría elecciones por lo que correspondía al pueblo determinar con que se seguía en la dirección del país.
A eso se agregaban datos escalofriantes. Uno de ellos era que si la Presidenta ya había accedido, en el 75, a imprimir oficialmente la represión y si los militares y civiles buscaban un Golpe de Estado era porque iban por más y no por menos. En ningún momento pensamos que ese más sería lo que fue.
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