Mucho se está escribiendo y televisualizando hoy sobre las revueltas en los países árabes. Recomiendo especialmente, y ahora con más razón que nunca, sintonizar Al-Jazeera. Y aunque la historia, esa gran mentirosa que escriben los vencedores, es machacona al insistir que las revoluciones las termina un dictador, Napoleón, Stalin, Khomeini, etc., y que se comen a sus hijos, Marat, Danton, Trotsky, Zinoviev, Gobsadegh, etc., hay que hacerlas. No hay más remedio, porque, aunque se trate de una película que acaba mal (sin olvidar lo que dijo no hace mucho Gabriel García Márquez, de que la mayoría de lo que vemos por la pantalla no existe) lo que la película de las revoluciones oculta, no por mala intención sino por pereza, como la de Paris Mayo del 68, la Primavera de Praga, etc., es el estallido de libertad en los corazones de la gente que toma la calle.
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