La Iglesia debiera ser un espacio de libertad. La verdad nos hará libres. Pero también es cierto que sólo la libertad nos llevará a la verdad. Porque la libertad es un estado de inquietud que no permite estancamientos. Implica búsqueda constante. Es conciencia de hondura itinerante. Dada la finitud del ser humano, la verdad tiene que estar siempre por descubrir, por alcanzar, en permanente estado de consecución. La verdad alcanzada es un premio a la muerte en cuanto conclusión definitiva y definitoria. Mientras se vive se está en peregrinación, en camino, en situación de provisionalidad.
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