Si los de la conspiración judeo-masónica existieran, estarían felices de ver a un pontífice que se la pasa dándole de patadas a la Iglesia. En cosa de una semana, Joseph Ratzinger involucró al Vaticano con los neonazis que niegan la realidad histórica del exterminio de judíos durante el Tercer Reich e hizo ronda con el impresentable Silvio Berlusconi en el afán por mantener de manera indefinida la tortura contra Eluana Englaro, la mujer italiana que permaneció 17 años en estado de muerte cerebral y que desde ayer, por fortuna, ha logrado descansar en paz.
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