La derecha siempre ha tenido la tentación de apropiarse de la patria, la bandera, los principios y los valores que deben regir a una sociedad. Es un derecho que le ha concedido un Dios igualmente usurpado. Su complicidad con las decisiones mesiánicas de los dictadores es una constante. Franco, Pinochet, Videla son paradigmas de este mesianismo entreverado de un Dios que justifica los medios con la condición de que el fin consiga la implantación de una Iglesia monopolizadora de la verdad que hace grande a los pueblos y dignifica al hombre como portador de valores eternos.
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