Ser mujer adolescente es un riesgo en la Argentina crepuscular del siglo veintiuno.
De jugar a las muñecas, muchas, pasan a ser objetos del juego sin ni siquiera poder elegir.
El cuerpo de la mujer, una vez más, parece ser propiedad de muchos, salvo de la propia piba.Más allá de las campañas publicitarias y hasta de los proyectos políticos que sostienen la necesidad de avanzar en el sentido de una sociedad menos machista y más inclusiva e igualitaria, los datos estadísticos confirman que el lugar de las mujeres no es el mejor en el país.Y especialmente lo sufren las más chicas.
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