Para una amorosa visión de la sexualidad hay que partir del hecho incontrovertible de que ni el hombre ni la mujer “tienen” sexo, sino que son seres “sexuados”. Estamos constituidos por los que somos como totalidad, no por lo que “tenemos” como elementos superpuestos. Lo contrario es situarnos en el compartimento de las posesiones. Somos inteligentes, somos hermosura, somos donación, somos capacidad de asombro, de vértigo, de arte, de creación. La disociación de lo humano conlleva la imposibilidad de que la sexualidad pueda ser educada para el amor.
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