La Comisión Interamericana de Derechos Humanos anduvo preguntándole al Estado argentino cuáles son las medidas que adoptó para proteger a los integrantes de la comunidad del pueblo Toba en Formosa. Después del desalojo de la ruta 86, de la muerte y del saqueo de sus casas por parte de la policía de Insfran, la CIDH fue convocada por la Defensoría General de la Nación y el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). La respuesta a la pregunta parece clara. Las medidas no son. El Estado es ciego, sordo, mudo. Los tobas qom son invisibles. No existen. Están muertos –como lo planeó la historia de los siglos- de futuro y de sed.
Las cabezas del poder, los que andan con las orejas sordas y el alma sin sensores, tienen premio. El bello gobernador de Salta es intocable. El Gildo tiene la piel de acero porque es aliado. El Clos de nombre francés que gobierna Misiones -con casi 300 niños muertos por hambre y mil al borde- está en las fiestas de privilegio y será otra vez candidato. Los wichis, los tobas qom, la negritud cachorra, no están en ninguna agenda. No los ve el Poder ni los que aspiran a ejercerlo. Ni los que gobiernan ni los opositores. Todos indiferentes y en disputa por retazos de ese poderío. Por si la CIDH vuelve a averiguar: los tobas qom no existen. Para nadie. Son invisibles. Están muertos de futuro y de sed.
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