Parece una burla esa aserción evangélica porque ¿qué clase de bienaventuranza es esa de la cual gozan los pobres? ¿No va acaso la pobreza acompañada de sufrimientos, hambre y enfermedades sin cuento? ¿Y podemos considerar bienaventurados a quienes tales desgracias padecen?
Se nos ocurre que poca gente hoy está de acuerdo en que la pobreza sea motivo de buenaventura. Quizá porque nadie explica que pobreza bienaventurada es la de quienes miran el mundo y la vida desde la perspectiva de la colaboración, del bien común y la justicia equitativa. Que pobreza bienaventurada es la de quienes están dispuestos a compartir cuanto la Madre Tierra nos da, sin reserva alguna. Que pobreza bienaventurada es la de quienes ponen en el primer plano de su vida la dimensión humana de la persona porque la estiman más que al dinero.
El mundo entero, manejado por los ricos, elogia de continuo la riqueza y omite que detrás de cada gran fortuna hay una historia de injusticias y crímenes; que la riqueza y la injusticia andan inseparablemente juntas desde los más remotos tiempos, porque nadie puede acumular riquezas sin despojar a otros de lo más necesario para su subsistencia.
El daño humano que conlleva esa manipulación intencionada de valores es lo que nos mueve a ofrecer periódicamente en “La hora del Grillo” artículos y noticias que contribuyan a despertar la conciencia, empezando por la propia, no fuese a ser que se nos adormeciese.
Con nuestros mejores deseos.
LHDG
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