Han pasado décadas, desde que Mosanto con su mandato sangriento, nefasto, sustentado en un andamiaje de patentes, contratos leoninos y genocidios encubiertos, asola las tierras del mundo.
Desde suicidios provocados, como en los campos de la India cuando no se pudieron afronta los vencimientos de los contratos que hipotecaban de por vida, hasta los nacimientos de niños con malformaciones espantosas provocadas por los pesticidas de Mosanto. Todo estaba regido, ordenado y dispuesto por Mosanto quien a su paso sembraba devastación y muerte. Sólo aumentaban sus cuantiosos ingresos, lo demás, era desolación y muerte.
Los campos seguían y siguen quedando yermos porque la soja transgénica patentada bajo su exclusividad pero eludiendo toda responsabilidad, arruina la tierra dejándola estéril. Y así, años tras años, con juicios que paralizaban la producción y el progreso.
Pero la GAIA dijo: ¡Basta! Y abrazó unas semillas nacidas de unas hermosas flores del Amaranto, las sopló con sus potentes pulmones de vientos andinos y las semillitas llegaron hasta donde estaban las desnaturalizadas transgénicas creciendo y a la vez matando.
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