La cuestión de la demarcación de los territorios indígenas en la Sierra de Perijá que involucra a los Yukpas, Bari y Wayuu, de un lado, y a los hacendados, militares y funcionarios del gobierno, del otro, ha desatado un debate político que recientemente adquirió dimensiones nacionales y, como no puede dejar de ser, con implicaciones internacionales. Los indígenas, como ha sucedido desde hace 518 años, están divididos en la lucha e, insisto, esta división es constitutiva de la cuestión nacional en lo que concierne a los pueblos originarios. A fin de cuentas, desde el primer momento los indígenas o fueron cooptados o considerados caníbales, de acuerdo al ensayista colombiano Carlos Jáuregui quien nos aclara en su bellísimo libro “Canibalia: canibalismo, calibanismo, antropofagia cultural y consumo en América Latina”, merecidamente premiado por Casa de las Américas de Cuba, (La Habana, Cuba, Fondo Editorial Casa de las Américas, 2005).
La revolución bolivariana desatada en 1998 con la candidatura de Hugo Chávez a la presidencia de la República provocó que una Venezuela Profunda emergiera actualizando las luchas del indígena Cacique Guaicaipuro (1530-1568), del líder negro José Leonardo Chirino (1754-1796) y del criollo Simón Bolívar (1783-1830). La derecha venezolana, hasta hoy no perdona a Chávez por haber despertado estos demonios.
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