Los acontecimientos se suceden vertiginosamente en la Unión Europea. A la decisión tomada en mayo pasado por el FMI, la UE y el Banco Central Europeo de “rescatar” a Grecia con 110.000 millones de euros, se sucedió a los pocos días la creación de un fondo permanente de rescate de 750.000 millones de euros (250.000 del FMI Y 500.000 de los estados de la UE), ante la amenaza de contagio de Portugal y España, con el fin de asegurar “la salud y la estabilidad del euro”.
En estas últimas semanas se ha reeditado el mismo guión que se representó en Grecia. En primer lugar se disparan los rumores sobre la falta de solvencia de Irlanda y Portugal, aumenta vertiginosamente el interés pagado a los compradores de deuda, se pone en duda la viabilidad financiera – público y privada – del país y ante el riesgo de bancarrota, absolutamente fabricada, el gobierno correspondiente solicita un préstamo de miles de millones de euros. El gobierno socialdemócrata portugués, alumno más dócil, prepara el terreno amenazando con el diluvio: “Si no se aprueban los Presupuestos, Portugal podría salir del euro”. El gobierno irlandés resistió más, aferrándose a la bomba política que supondría para un país, que apenas empieza a recuperar su autogobierno, la pérdida de su soberanía. Para obligarle a recibir el préstamo antes de que se celebren unas elecciones generales previsiblemente anticipadas, está habiendo un desembarco obsceno de banqueros representantes del trío FMI, UE y BCE. La receta es brutal para un país de 4 millones doscientos mil habitantes: 100.000 millones de euros al 5% de interés y el plan de ajuste correspondiente.
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